Levante mi casada vista de mis quehaceres,
y lo vi todo muy oscuro, aún así sabia que él estaba allí, tras de mí.
Esperando el momento clave para matarme, para terminar con mi vida, antes de
que pudiera alertar a alguien de su existencia.
Pero yo estaba preparado, sabía
que me buscaría para matarme, sabía que no me permitiría el más mínimo segundo
de duda. Si no lo tenía claro, si no supiera que hacer llegado el momento, él
me mataría sin siquiera dejarme abrir la boca.
Pero no tenía la necesidad de
abrir la boca, sabía que él ya estaría muerto antes de poder alzar la mano,
antes de poder agarrar mi cabellera, y antes de cercenarme la garganta.
Lo sabía porque la última vez que
le vi, ya le había matado.
Por eso alce la cabeza de mis
quehaceres, y me mantuve a expensas, sabiendo que en cualquier instante él se desplomaría
tras de mí.
De pronto sonó el retumbar del
cuerpo muerto sobre el frío suelo, con un ligero sonido sordo. Y su cuerpo
inerte con los ojos negros descomunalmente abiertos, me miraban fijamente
brillando en la tenue oscuridad.
Y yo impasible, seguí con mis
quehaceres, tranquilo y sonriente, pues yo ya no temía por mi vida, y su angustia
de que alguien descubriera que existía moría con él, en el sucio suelo del
apartamento.
By: Jesús M. Leva
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