3 de septiembre de 2014

Quehaceres

Levante mi casada vista de mis quehaceres, y lo vi todo muy oscuro, aún así sabia que él estaba allí, tras de mí. Esperando el momento clave para matarme, para terminar con mi vida, antes de que pudiera alertar a alguien de su existencia.

Pero yo estaba preparado, sabía que me buscaría para matarme, sabía que no me permitiría el más mínimo segundo de duda. Si no lo tenía claro, si no supiera que hacer llegado el momento, él me mataría sin siquiera dejarme abrir la boca.

Pero no tenía la necesidad de abrir la boca, sabía que él ya estaría muerto antes de poder alzar la mano, antes de poder agarrar mi cabellera, y antes de cercenarme la garganta.

Lo sabía porque la última vez que le vi, ya le había matado.

Por eso alce la cabeza de mis quehaceres, y me mantuve a expensas, sabiendo que en cualquier instante él se desplomaría tras de mí.

De pronto sonó el retumbar del cuerpo muerto sobre el frío suelo, con un ligero sonido sordo. Y su cuerpo inerte con los ojos negros descomunalmente abiertos, me miraban fijamente brillando en la tenue oscuridad.

Y yo impasible, seguí con mis quehaceres, tranquilo y sonriente, pues yo ya no temía por mi vida, y su angustia de que alguien descubriera que existía moría con él, en el sucio suelo del apartamento.



By: Jesús M. Leva

No hay comentarios:

Publicar un comentario