26 de febrero de 2012

Una vez más...

Mi corazón palpita despacio, dejando oír el silencio de la noche, en la penumbra se divisa mi alma, rota, cortada y magullada. Esperando un alentador socorro, una pequeña ayuda, una simple caricia.

Ahuyentando el dolor a base de alcohol, intento disimular mi pena, cierro fuertemente los ojos, para evitar que las lágrimas se desprendan y caiga por mis mejillas sonrojadas y dolorientas.
Ya no sé cómo aguantar la pena que me aguarda mi corazón, no entiendo que lo provoca, solo sé que me destroza el alma a cada paso a ciegas que doy.

La calle muda, me guía con los silbidos de los pájaros, sin miedo sigo hacia a delante. Sin miedo, porque el problema está detrás, el problema lo deje unas calles más lejos, y me duele haberlo dejado sin más, no haber siquiera sido capaz de decir lo que sentía y saber si he de seguir sintiéndolo.

Pero otra vez estoy aquí, frente al ordenador, escribiendo mis penas, gritando a todo pulmón, pidiendo ayuda, no sé si dentro de poco, cuando estén leyendo alguna de mis legendarias historias entiendan que en cada uno de mis textos dejo un pequeño mensaje, una suave carta de despedida. No quiero que sientan pena aquellos que me quieren, puesto que son los únicos que merecen la pena, a todos aquellos que dijeron quererme sin ser sinceros, tampoco lloren, no hace falta que sigan fingiendo. A aquellos que nunca me quisieron, lloren todo lo que quieran, perdieron algo que les hacía falta, y a todos aquellos que aún queriéndome nunca me lo dijeron, lloren o no, ya es demasiado tarde para daros mi perdón.

No quiero con esto decir que muero, no, no será tan fácil acabar conmigo, además mi alma y mi ser hace tiempo que se desvanecieron, solo me queda el cuerpo y la razón, algo que no te permite ser feliz, y que la tristeza no le aploma, es su eterna pose, su mirada de ojos ciegos.

By: Jesús M. Leva

24 de febrero de 2012

Strinchnol

Bueno, quiero contaros una historia, no sé si es cierta, pero parece muy real y la persona que me la contó, es de confianza.

Parece que todo ocurrió una noche de agosto, en las afueras de un pueblucho llamado Strinchnol, no tenía muchos habitantes y no era muy conocido, a decir verdad, nadie sabía de su existencia.

Resultó, que cierta noche de agosto, un amigo mío, Robert, un chaval rubio de pelo corto, de un metro setenta y pico de altura y muy delgaducho, con unos ojos de color verde azulado muy intenso y con una mirada fría. Siempre se encontraba muy serio. Vestía con ropas oscuras y no le gustaba mucho la luz, así que, casi siempre, salía de noche. Tenía un todoterreno negro y siempre llevaba el disco de los Suaves puesto.

Como iba diciendo, esa noche de agosto, Robert decidió dar una vuelta con su coche, un todoterreno negro y bastante vasto, con ruedas que parecían de camión y luces altas para noches de niebla muy densa. Poco después de salir de Manhattan, vio un camino paralelo a la carretera. No había ninguna forma de coger dicho camino, así que, mi amigo, dio un volantuzo al todoterreno y atravesó ciertos matorrales y una pequeña valla de aluminio, llegando al camino.

El camino era de arena arcillosa y difícilmente entraba el todoterreno por él. Estaba cercado por una hilera de piedras a cada lado del camino.

Tras varios kilómetros paralelos a la carretera, el camino se adentro en un bosque muy oscuro. Las copas de los árboles se unían a escasos metros de altura, y una enorme niebla impedía que se viera el suelo.

El todoterreno de mi amigo, empezó a tambalearse, lo que obligo a Robert a bajar la velocidad.

Lo único que se oía, era el disco de los Suaves y múltiples sonidos de diversos animales salvajes (búhos, lobos, etc.) y el silbido aterrador, que producían las ramas de los árboles.

Al cabo de un par de kilómetros, la niebla ya alcanzaba la copa de los árboles y el suelo se empezaba a ver.

Numerosos esqueletos de animales se amontonaban por el camino, y algún que otro animal aun ensangrentado.

Mi amigo decidió quitar la música para poder estar alerta. Poco a poco, el ruido de los animales empezó a cesar.

A lo lejos se veía un letrero que, comido por las ramas de una planta trepadora era imposible de leer. Pero lo extraño era, que el letrero parecía estar escrito con sangre, ya que las pocas letras que la planta dejaba ver, eran de un rojo amorronado, como si fuera sangre seca.

A escasos metros de llegar al susodicho letrero, el todoterreno, tras coger un bache muy profundo, volcó, dejando a Robert inconsciente y boca abajo.

Al poco tiempo de volcar, el coche empezó arder con mi amigo aun inconsciente en su interior. El olor asqueroso del humo, hizo reaccionar a Robert. Rápidamente mi amigo, se quito el cinturón de seguridad, y salió del coche.
Se incorporó, y salió corriendo alejándose del coche en llamas a punto de estallar.

La gasolina empezó a salirse, y las llamas alcanzaron el pequeño charco de gasolina formado en el suelo, provocando un estallido, que reboto numerosas veces en el eco de la noche.

Una bandada de pájaros negros y de murciélagos, salió disparada de los árboles, tras la explosión. Todos salieron en dirección contraria al coche, creando un gran sonido de aleteo y limpiando el cielo de la niebla espesa.

Robert, que se encontraba tirado en el suelo, se levantó como pudo y se sacudió la ropa. Una gran cantidad de polvo y arenilla salió de ella.

Al levantarse del suelo vio el todoterreno, aun ardiendo, esparcido por todos lados. Se acerco para comprobar el estado real del coche y de todo lo que se encontraba en su interior, pero no pudo recuperar nada. Todo había quedado en un siniestro total.

Mi amigo no sabía qué hacer, pero sabía que había recorrido ya muchos kilómetros, como para volver hacia atrás. Lo único que podía hacer, era continuar andando en dirección del nuevo pueblo.

Llegó hasta el cartel y aparto las ramas que tapaban el letrero y leyó: “STRINCHNOL”

Se quedó pensativo, intentando encontrar algún recuerdo, que pudiera asemejarle con ese pueblo, pero nada, nunca había oído hablar de dicho pueblo.

Siguió andando y no vio más que casas de madera semidestruidas, todas pintadas con débiles pinceladas de sangre seca, por lo que por todo el pueblo olía a un rancio podrido. Empezó a gritar:

- ¿Hay alguien ahí?

Pero no existía ningún tipo de intento de respuesta, solo el eco que le devolvía la pregunta numerosas veces. El único sonido que se oía, ahora mismo, eran las ramas secas que Robert pisaba y el silbido del aire arrebatando contra las ramas, que aun sobrevivían en lo alto de los árboles.

Siguió andando, adentrándose, cada vez más, en las entrañas del pueblo. Cuanto más se acercaba, a lo que parecía, la plaza central del pueblo, mayor era el olor ha podrido.

Cerca de la plaza, se encontraba una vieja iglesia. Que vista desde fuera, parecía una simple iglesia cristiana.

Se acerco poco a poco. Al lado de la iglesia se podían oír diversos cánticos que venían del interior y también se distinguía el sonido de un viejo órgano, viejo por el sonido que producía.

Savia que la única oportunidad de encontrar vida humana, estaba tras la gran puerta. La empujó. Consiguiendo, a duras penas, abrirla.

Al abrir la puerta, un asqueroso olor, imposible de describir, le golpeo la nariz, dejando exhausto a nuestro amigo.

Consiguió mantener el equilibrio, y entró en la iglesia. Nada más entrar, visiono una gran estrella satánica y al fondo un Jesucristo clavado en una cruz inversa. En el centro de la estrella, que estaba adornada con múltiples velas en su contorno, se encontraba unos diez curas, con grandes túnicas negras y la cabeza de una cabra a la que estaban haciendo un ritual.

Se acercó a unos bancos, que estaban a los lados de la estrella y se sentó en ellos. Los bancos estaban orientados alrededor de la estrella, de forma que todos los que allí se sentaran, verían en primer plano el ritual, que esa noche se realizaba. Robert no podía entender ni una sola palabra que oía, puesto que hablaban una lengua antigua.

Pero quería esperar a que se acabara dicho ritual para poder pedir ayuda y poder salir del pueblo lo antes posible. Strinchnol no era de esos en los que te gustaría permanecer mucho tiempo.

By: Jesús M. Leva

18 de febrero de 2012

Muerte interna

Otra vez más, mi cabeza me juega malas pasadas, no soy creyente, pero hoy rezo por que mi cabeza me engañe, que todo lo que me da vueltas sea mentira. Pero, no tengo fe, la experiencia me ha demostrado que lo que creo que es real, lo que en mi lógica tiene sentido, es que es realmente verdadero.

Si mi cabeza no me engaña, más de una persona saldrá mal parada de todo esto.

La mujer, ese gran error de Dios, ese martirio para los hombres, ese dolor en mi pecho, esas noches sin dormir por la mujer. Todos mis problemas son por culpa de la mujer.

Espero equivocarme, por una vez, espero equivocarme, que todo sea una farsa y que solo una persona sea merecedora de mi furia, aunque tengo miedo de hacerlo.

Tengo poca edad pero ya soy mayor para saber cuando juegan conmigo, cuando se ríen de mí, y eso me asusta, tengo miedo de tener que morir de nuevo un poco más, porque esta vez moriré del todo.

Hoy las lágrimas no se pueden quedar en mis ojos, hago todo lo posible por ocultar mi dolor interno. Es verdad que demuestro que necesito consuelo, pero el dolor real lo reservo para mí. Sonrió difícilmente en un día en que mi mente solo piensa en posibles daños. Intento hablar, pero las palabras no me salen, no tengo fuerzas para escuchar, ni para comunicarme con nadie.

Me oculto tras las letras que escriben mis dedos lanzados por mi ser, sin pensar en lo que escribo, solo mi depresión es capaz de lanzar esta pedida de socorro. Pero esta vez no hay nadie que me agarre de la mano antes de caer al vacío, nadie, porque las personas que pueden ayudarme para no caer, son las que, esta vez, me empujan hacia el precipicio.

Odio, rencor, miedo, asco, dolor en mi cerebro, en mi corazón, en mi cuerpo. Siento una enfermedad que no me deja levantarme de la cama, que no me deja de inundar mi cara de lágrimas, que no me deja respirar con normalidad. Pido ayuda a gritos, pido perdón por mis errores, y pido clemencia por mis castigos, pero nadie me escucha, nadie me oye, nadie me entiende, nadie me ayuda.

Vuelvo a esconderme en mi coraza de acero y no dejo a nadie entrar sin embargo las personas que ya están dentro, empiezan a quebrar las gruesas paredes de mi ser, poco a poco van rompiendo mis fuerzas, no lo soporto más.

Estas son mis últimas palabras, lo último que digo, esta es la última vez que abro la boca, no volveré a equivocarme más, lo siento por el daño causado, espero no sentir más daño, me despido ahora de todas las personas, esta es la última vez que hablamos.

By: Jesús M. Leva

13 de febrero de 2012

Amor

Hace tiempo que olvide la palabra “Amor”, quizá fue en mi niñez o incluso antes. Hay gente que no nace para amar, sino para odiar y maltratar, yo sin embargo, nací sin poder ser amado. Lo que provoca en mí, conocer a los que antes he citado.

Personas que demuestran la teoría de la naturaleza, nacemos, nos reproducimos y morimos. El ser humano, como el resto de animales, no somos capaces de aquella hermosa frase “Amor eterno”. No, somos seres reproductivos, no nos mueve el amor, sino el sexo. Podemos querer e incluso amar, pero no solo a la persona que dejamos que viva a nuestro lado, no solo queremos a las personas a las que nos follaríamos.

¿Amor? ¿Qué es eso? Yo solo conozco el odio, el maltrato, el desprecio, y daré a la gente lo que me habéis dado. ¿Amor, dices? Amor no existe.

Dicen los expertos que la pareja liberal es de las pocas que casi nunca tienen broncas.

La iglesia, sin embargo, expone que el amor solo recae en la persona con la que nos casamos y debe ser con esta con la única que podemos mantener relaciones íntimas.

Y los animales, nos han demostrado que a las personas que has de aferrarte, son aquellas que te ayudan a sobrevivir, te cuidan, te protegen y has de mantener relaciones con aquellas que este dispuestas a hacerlo sin compromiso, sin necesidad de volverla a ver, sin que exista amor.

By: Jesús M. Leva

6 de febrero de 2012

Saltar, cantar, vivir

Saltar, cantar, sonreír
salir de casa y vivir
estar todos los días
sin saber nada de ti

Saltar, cantar, sonreír
quedarme en casa y morir
estar día tras día
sabiendo un poco de ti

Saltar, cantar, sonreír
en este mundo, dejar de ser feliz
al saber una vez más
que por gusto tú no estarás aquí

Saltar, cantar, sonreír
en este mundo, alejarme de ti
empezar a vivir mi vida
dejar, para otro día, el morir.

Saltar, cantar, sonreír.

By: Jesús M. Leva