24 de febrero de 2012

Strinchnol

Bueno, quiero contaros una historia, no sé si es cierta, pero parece muy real y la persona que me la contó, es de confianza.

Parece que todo ocurrió una noche de agosto, en las afueras de un pueblucho llamado Strinchnol, no tenía muchos habitantes y no era muy conocido, a decir verdad, nadie sabía de su existencia.

Resultó, que cierta noche de agosto, un amigo mío, Robert, un chaval rubio de pelo corto, de un metro setenta y pico de altura y muy delgaducho, con unos ojos de color verde azulado muy intenso y con una mirada fría. Siempre se encontraba muy serio. Vestía con ropas oscuras y no le gustaba mucho la luz, así que, casi siempre, salía de noche. Tenía un todoterreno negro y siempre llevaba el disco de los Suaves puesto.

Como iba diciendo, esa noche de agosto, Robert decidió dar una vuelta con su coche, un todoterreno negro y bastante vasto, con ruedas que parecían de camión y luces altas para noches de niebla muy densa. Poco después de salir de Manhattan, vio un camino paralelo a la carretera. No había ninguna forma de coger dicho camino, así que, mi amigo, dio un volantuzo al todoterreno y atravesó ciertos matorrales y una pequeña valla de aluminio, llegando al camino.

El camino era de arena arcillosa y difícilmente entraba el todoterreno por él. Estaba cercado por una hilera de piedras a cada lado del camino.

Tras varios kilómetros paralelos a la carretera, el camino se adentro en un bosque muy oscuro. Las copas de los árboles se unían a escasos metros de altura, y una enorme niebla impedía que se viera el suelo.

El todoterreno de mi amigo, empezó a tambalearse, lo que obligo a Robert a bajar la velocidad.

Lo único que se oía, era el disco de los Suaves y múltiples sonidos de diversos animales salvajes (búhos, lobos, etc.) y el silbido aterrador, que producían las ramas de los árboles.

Al cabo de un par de kilómetros, la niebla ya alcanzaba la copa de los árboles y el suelo se empezaba a ver.

Numerosos esqueletos de animales se amontonaban por el camino, y algún que otro animal aun ensangrentado.

Mi amigo decidió quitar la música para poder estar alerta. Poco a poco, el ruido de los animales empezó a cesar.

A lo lejos se veía un letrero que, comido por las ramas de una planta trepadora era imposible de leer. Pero lo extraño era, que el letrero parecía estar escrito con sangre, ya que las pocas letras que la planta dejaba ver, eran de un rojo amorronado, como si fuera sangre seca.

A escasos metros de llegar al susodicho letrero, el todoterreno, tras coger un bache muy profundo, volcó, dejando a Robert inconsciente y boca abajo.

Al poco tiempo de volcar, el coche empezó arder con mi amigo aun inconsciente en su interior. El olor asqueroso del humo, hizo reaccionar a Robert. Rápidamente mi amigo, se quito el cinturón de seguridad, y salió del coche.
Se incorporó, y salió corriendo alejándose del coche en llamas a punto de estallar.

La gasolina empezó a salirse, y las llamas alcanzaron el pequeño charco de gasolina formado en el suelo, provocando un estallido, que reboto numerosas veces en el eco de la noche.

Una bandada de pájaros negros y de murciélagos, salió disparada de los árboles, tras la explosión. Todos salieron en dirección contraria al coche, creando un gran sonido de aleteo y limpiando el cielo de la niebla espesa.

Robert, que se encontraba tirado en el suelo, se levantó como pudo y se sacudió la ropa. Una gran cantidad de polvo y arenilla salió de ella.

Al levantarse del suelo vio el todoterreno, aun ardiendo, esparcido por todos lados. Se acerco para comprobar el estado real del coche y de todo lo que se encontraba en su interior, pero no pudo recuperar nada. Todo había quedado en un siniestro total.

Mi amigo no sabía qué hacer, pero sabía que había recorrido ya muchos kilómetros, como para volver hacia atrás. Lo único que podía hacer, era continuar andando en dirección del nuevo pueblo.

Llegó hasta el cartel y aparto las ramas que tapaban el letrero y leyó: “STRINCHNOL”

Se quedó pensativo, intentando encontrar algún recuerdo, que pudiera asemejarle con ese pueblo, pero nada, nunca había oído hablar de dicho pueblo.

Siguió andando y no vio más que casas de madera semidestruidas, todas pintadas con débiles pinceladas de sangre seca, por lo que por todo el pueblo olía a un rancio podrido. Empezó a gritar:

- ¿Hay alguien ahí?

Pero no existía ningún tipo de intento de respuesta, solo el eco que le devolvía la pregunta numerosas veces. El único sonido que se oía, ahora mismo, eran las ramas secas que Robert pisaba y el silbido del aire arrebatando contra las ramas, que aun sobrevivían en lo alto de los árboles.

Siguió andando, adentrándose, cada vez más, en las entrañas del pueblo. Cuanto más se acercaba, a lo que parecía, la plaza central del pueblo, mayor era el olor ha podrido.

Cerca de la plaza, se encontraba una vieja iglesia. Que vista desde fuera, parecía una simple iglesia cristiana.

Se acerco poco a poco. Al lado de la iglesia se podían oír diversos cánticos que venían del interior y también se distinguía el sonido de un viejo órgano, viejo por el sonido que producía.

Savia que la única oportunidad de encontrar vida humana, estaba tras la gran puerta. La empujó. Consiguiendo, a duras penas, abrirla.

Al abrir la puerta, un asqueroso olor, imposible de describir, le golpeo la nariz, dejando exhausto a nuestro amigo.

Consiguió mantener el equilibrio, y entró en la iglesia. Nada más entrar, visiono una gran estrella satánica y al fondo un Jesucristo clavado en una cruz inversa. En el centro de la estrella, que estaba adornada con múltiples velas en su contorno, se encontraba unos diez curas, con grandes túnicas negras y la cabeza de una cabra a la que estaban haciendo un ritual.

Se acercó a unos bancos, que estaban a los lados de la estrella y se sentó en ellos. Los bancos estaban orientados alrededor de la estrella, de forma que todos los que allí se sentaran, verían en primer plano el ritual, que esa noche se realizaba. Robert no podía entender ni una sola palabra que oía, puesto que hablaban una lengua antigua.

Pero quería esperar a que se acabara dicho ritual para poder pedir ayuda y poder salir del pueblo lo antes posible. Strinchnol no era de esos en los que te gustaría permanecer mucho tiempo.

By: Jesús M. Leva

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