26 de febrero de 2012

Una vez más...

Mi corazón palpita despacio, dejando oír el silencio de la noche, en la penumbra se divisa mi alma, rota, cortada y magullada. Esperando un alentador socorro, una pequeña ayuda, una simple caricia.

Ahuyentando el dolor a base de alcohol, intento disimular mi pena, cierro fuertemente los ojos, para evitar que las lágrimas se desprendan y caiga por mis mejillas sonrojadas y dolorientas.
Ya no sé cómo aguantar la pena que me aguarda mi corazón, no entiendo que lo provoca, solo sé que me destroza el alma a cada paso a ciegas que doy.

La calle muda, me guía con los silbidos de los pájaros, sin miedo sigo hacia a delante. Sin miedo, porque el problema está detrás, el problema lo deje unas calles más lejos, y me duele haberlo dejado sin más, no haber siquiera sido capaz de decir lo que sentía y saber si he de seguir sintiéndolo.

Pero otra vez estoy aquí, frente al ordenador, escribiendo mis penas, gritando a todo pulmón, pidiendo ayuda, no sé si dentro de poco, cuando estén leyendo alguna de mis legendarias historias entiendan que en cada uno de mis textos dejo un pequeño mensaje, una suave carta de despedida. No quiero que sientan pena aquellos que me quieren, puesto que son los únicos que merecen la pena, a todos aquellos que dijeron quererme sin ser sinceros, tampoco lloren, no hace falta que sigan fingiendo. A aquellos que nunca me quisieron, lloren todo lo que quieran, perdieron algo que les hacía falta, y a todos aquellos que aún queriéndome nunca me lo dijeron, lloren o no, ya es demasiado tarde para daros mi perdón.

No quiero con esto decir que muero, no, no será tan fácil acabar conmigo, además mi alma y mi ser hace tiempo que se desvanecieron, solo me queda el cuerpo y la razón, algo que no te permite ser feliz, y que la tristeza no le aploma, es su eterna pose, su mirada de ojos ciegos.

By: Jesús M. Leva

No hay comentarios:

Publicar un comentario